jueves, 21 de junio de 2007

Sí creo en El, pero El en mi no.

Lo he leído en el El Libro. Es la expresión sincera de un alcahólico: yo sí creo en El, pero El en mi no. Cómo va a creer El en mi, si yo nunca he cumplido mi palabra de dejar de beber... El ha tenido que perder la confianza en mi.
Esta tarde será mi tema con ellos: nuestro asunto, nuestro problema de creer en El.
Es lo llamativo del gran mensaje de los AA, descrito en los pasos 2 y 3:

2) Llegamos a creer que un Poder más grande que nosotros podría devolvernos la razón.

3) Tomamos la decisión de confiar nuestra voluntad y nuestras vidas al cuidado de Dios, tal como lo pudimos concebir.

Me quedo contemplando el mensaje, mejor la convicción que ha nacido de la propia vida, de lo que a ellos les pasó. Sigo contemplando lo imposible, dar el paso de confiar en lo que no está en mi, que ni yo mismo puedo manejar. Es como si dijera que mi vida ya no está en mis manos sino en las manos de otro. Esto es imposible.
Sí, les quiero contribuir a confiar en El, porque si no... no habrá recuperación. (Y nunca hablaré de curación, porque no la hay; siempre el alcohólico recuperado puede un buen día echarlo todo a perder y tener que comenzar de nuevo.)
Los pasos 1, 2 y 3 forman como una unidad. Si se entra en uno, se entra en los tres a la vez. Tan íntimamente unidos están.

1) Admitimos nuestra impotencia ante el alcohol y que nuestras vidas se habían vuelto incontrolables.

¡Lo que cuesta dar el primer paso...! Lo dicen todos. Es que es quedarse sin nada, en la más absoluta nada. Es horroroso aceptar que uno no es nada, no vale para nada. Es como asumir el desprecio personal, hecho por uno mismo, de su mismo ser. Del no vales para nada, te echas -y fuera de tí- en el que lo puede Todo.

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