martes, 10 de julio de 2007

La experiencia de Dios


El gran aporte de los A.A. al "conocimiento experimental" -sobre el que se basa la ciencia- es el de la experiencia de Dios (Ser Supremo). Es el orgullo de nuestro mundo científico; que la ciencia tiene un sustento básico, la prueba experimental.
Los A.A. son grandes socios del mundo moderno, del avance del conocimiento humano, del avance de lo experimental. Su gran contribución al mundo de los hombres de hoy, al así llamado mundo moderno, es el de abrirles el camino del encuentro personal con el Ser Supremo. Es el aporte de los propios hijos del mundo moderno, que como buenos hijos aprendieron la lección de pensar, vivir y comportarse al margen del pensamiento de Dios. Ese pensamiento estaba aparcado de la vida, como lo no existente.
Y he aquí que "los propios hijos" descubren a sus "hermanos" su experiencia del Otro, del Todopoderoso, del Presente en sus vidas. Lo que no pudo toda la ciencia médica, ni toda la ciencia de la psiquiatría, ni toda la ciencia de la psicología, el liberarnos de la obsesión del beber, el de nuestra adicción, el de rescatarnos para vivir con dignidad humana, el de sacarnos de lo último del vivir humano, eso lo hecho -y para publicarlos hasta los últimos rincones del mundo- el Ser
Supremo, el Todopoderoso, El que nos ama... y todo lo que nosotros hemos comenzado a sentir de El porque se nos ha hecho compañero de nuestra vida.

Bill y Bob, los dos cofundadores de A.A., nos han podido trasmitir su experiencia de la actuación del Ser Supremo (Dios) en sus vidas en el Gran Libro, en el Libro Azul, en el Libro Básico... y esto ha sido a partir de 1939, fecha de su edición primera. Es el gran aporte "laico" (?) a nuestra sociedad.
La historia de la humanidad está marcada por otros grandísimos aportes, testimonios experienciales, de la actuación y presencia de Dios (del Ser Supremo) en los humanos, que enriquece la experiencia humana.
Hoy la Iglesia Católica recuerda a (Santa) Verónica de Giulianis, que en su Diario plasmó su experiencia. Hay gentes hoy que quisieran que esta mujer del siglo XVII-XVIII adquiriera el reconocimiento de doctora, por su enseñanza precisamente en esta relación íntima del hombre (mujer) con Dios (el Ser Supremo).
No digamos nada de Francisco, el de Asis, nuestro San Francisco, cuyo oración "Hazme, Señor, instrumento de tu paz" está recogida en los escritos de Bill.

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